La creencia en la propia capacidad es un factor determinante para lograr tus metas como emprendedor… pero a veces, a pesar de ese ejercicio de voluntad, sencillamente nos es imposible lograr un objetivo. ¿Qué se hace en esos casos?

Las escuelas de autoayuda y de filosofía empresarial tienen algo en común: sostienen que la capacidad personal sólo se potencia si va acompañada de la confianza en uno mismo. De manera que ante un objetivo que por alguna razón nos parece inalcanzable, se nos sugiere que nos visualicemos tras haber llegado a esa meta: tenemos que “atraer” el éxito para conseguirlo.

Pero a veces el objetivo con el que nos enfrentamos es tan inalcanzable que somos incapaces de ese sencillo ejercicio. Nos quedamos inmovilizados por el pavor en la línea de salida. Y de triunfar mejor no hablar.

¿Qué se hace en esos casos?

No hay nada de malo en hacer un ejercicio de honestidad y fijar los propios límites. De hecho, es una sana manera de reconocerse  a uno mismo: señalar que una meta nos rebasa y que no hay ninguna forma del optimismo que puede cambiar ese hecho.

El problema es que este conocimiento suele atentar contra nuestra vida profesional: al reconocer que una meta está más allá del alcance de nuestras capacidades, nos damos por vencidos antes de comenzar siquiera.

Lo que debes hacer es sencillo, pero revolucionario: tienes que verte haciendo lo que puedes ante esa gran meta que parece imposible.

Digamos por ejemplo que tienes más de 50 años y que buscas un empleo: tu primer pensamiento es que, a pesar de tus habilidades, nadie va a contratarte. Tu edad te juega en contra.

¿Debes darte por vencido? No.

Tienes que verte haciendo lo que puedes hacer para vencer esa limitación: un gran currículum, mejorar tu imagen, usar tus contactos para conseguir una entrevista. Piensa en ti mismo dando ese primer paso y podrás librar la batalla.

Si crees que no puedes correr tres kilómetros, empieza corriendo uno.